“…El cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad.”
-Cortázar. Historias de cronopios y de famas.
Mis famas
Esos, de los que hablaba Cortázar y que luego enllavé en baúles forrados de polvo. Unos personajes que olvidé por mucho tiempo, no porque dejaran de respirar, si no porque dejé de juzgarles. Les convertí en amistades, les conté mis cosas. Les escuché, comprendí. Les imité.
A la altura de Cortázar
Me bajé del altar de cronopia y aterricé en el mundo de las oficinas encerradas del sol. Ahí fue cuando dejé de medir el mundo en termómetros de la altura de Cortázar y empecé a vivir con la humildad de quien tiene que trabajar para pagar cosas de un mundo que demanda cada vez más para dejarnos dar un paso. Conocí personas, lloré frente a Excel, me puse (alguna vez) zapatos altos. Yo, tan fama.
Verde zacate
Una no se entera de lo mucho que puede tener el alma pintada de verde zacate hasta que toca pasar el tiempo al lado de famas. Respiran bajito, para no hacerse sentir y aplauden a lo correcto, sólo cuando los números presentan sin duda el momento preciso de emitir sonido. Se rascan la cabeza cuando salen ideas de tonos fríos, se raspan hasta sangrar ante ideas multicolor. Son famas, tan buenos, cerrados e insoportables, como cubos con miles de vértices imposibles.
La lluvia
Y una que se creía ya tan fama, tan esperanza pero tan cronopia, saca todas las plumas, toda la lluvia y sin querer, bota el café en la reunión. No hay broma que limpie tal inconveniente ni pelo sin peinar que explique el silencio incómodo de tirar café frente a famas esperanzados.
Auto-aceptación
No soy fama. Tengo globos en el cráneo que me jalan para el techo a pesar del vértigo. Se me ocurren en el día formas de des-pensar, des-caminar y des-aprender porque si no, qué aburrido. En cuatro años cumplo cuarenta y no logro dejar de sentarme en las cunetas y garabatear en reuniones con mucha seriedad. Ayuda.
Que los finales no.
Se me ocurrió que los grupos de auto-ayuda para sobrevivir a famas deberían convertirse en salud pública. Que nos acompañen las esperanzas bobas, que se cante y que se ponga Bruno Mars a lo genderbender. Que se llore porque se puede, inventemos estadísticas y contemos historias que los finales no.
Los famas preguntan por qué y yo les respondo como Abril: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Porque esta dimensión de ustedes con sus pixeles tan evidentes.
Con sus finales tan evidentes.
Precioso.
Vos podés sola contra la gente fama.
No puedo sola, necesito de gente como vos! 😀